Un paseo por Nueva York y la isla de Manhattan, en dos siglos diferentes.

Dr. Roberto I. Tozzini

El año 1965 se acercaba a su fin. Nuestra estancia en California había sido muy satisfactoria, con Los Ángeles monumental, sus amplias playas y su gran parque de diversiones (Disney); el Sequoia National Park, magnífico con su derroche de naturaleza y animales en libertad y finalmente, la cosmopolita San Francisco, sus colinas empinadas, el colorido de sus barrios, su puente icónico y como plus, el lugar donde vivía una de mis mejores ex residentes, Lilí Kosoy, que por cierto, visitamos con Martha.

Al finalizar, rentamos nuevo auto, y nos dispusimos para la gran travesía, con destino New York, donde residiríamos cerca de un año. Haríamos una sola parada para visitar a los Alcacer, amigos de toda la vida que ahora vivían en Molins, la patria de los tractores John Deer donde trabajaba Miguel como ingeniero y con ellos pasamos la noche buena, recordando nuestra querida familia ahora lejana, para continuar luego, siempre por la autopista interestatal 82, pernoctando en Chicago y devorando ciudades por esa cinta de plata interminable que con 5000 km unía SF con NY.

A la gran capital que nunca duerme arribamos el 28 de Diciembre, luego de admirar a la distancia el atractivo perfil (skyline) de la ciudad. Cruzamos por el Lincoln tunnel y comenzamos a deambular por las calles de Manhattan buscando lugar donde residir. Contra la opinión de los argentinos que ya vivían en Brooklyn o Queens y nos empujaban a alquilar por esa zona, nosotros buscamos un apartamento en el corazón de la isla, cerca de mi lugar de trabajo y terminamos alquilando un dos ambientes amplios con baño cocina y lavadero en una torre de 20 pisos a estrenar ese fin de año y que distaba 2 cuadras de la Clínica de esterilidad. Era en la calle 14 entre 5ª y 6ª av, casi en la esquina con la 6ª.

No voy a ocuparme en esta narración de las múltiples vivencias vinculadas con mi entrenamiento profesional o de la interacción con los otros fellows con quienes compartí ese tiempo. Me limitaré a la descripción de una Nueva York excitante, interminable y en renovación permanente.

Entrada del subte en la esquina de nuestro edificio.

Patio sobre el Central Park del Museo Metropolitano de Arte

Cuando llegamos, la ciudad se vestía con luces por las fiestas Navideñas y por la despedida del año. Como ya lo habíamos visto en otras ciudades, desde antes de la Navidad, el centro se llenaba de alegría. Las grandes tiendas mostraban arreglos impresionantes en sus vidrieras con ofertas tentadoras, mientras que en sus portales de ingreso, hombres corpulentos, vestidos de Papá Noel, acariciaban niños y les repartían golosinas. Guirnaldas con luces multicolores cruzaban calles y avenidas y pinos de Navidad se multiplicaban por las aceras. Aquí, en New York, todo se exhibía en dimensión gigante y el epicentro de la movida festiva se localizaba bastante cerca de nuestra vivienda, en 5ta Ave. entre el Rockefeller Center y la Catedral de San Patricio. La torre del Center, con sus 70 pisos y la pista de patinaje sobre hielo en su base, lucían especialmente atractiva, iluminadas con letreros cuyas luces cambiaban cíclicamente de color y reflectores que enfocaban una figura central, erigida por delante de la pista de patinaje. Se trataba de una escultura de Prometeo tallado en bronce dorado. Verdadero derroche festivo, sustentado en un formidable poder económico.

En “nuestro barrio” del Greenwich Village, la alegría mostraba claros perfiles bohemios, pululando jóvenes universitarios de la Universidad cercana y figuras estrafalarias que se agregaban cuando llegaba la noche. En la plaza Washington, punto central de reunión de la zona, con su gran Arco de piedra, conmemorando los 100 años del primer presidente, los veíamos bailar, cantar, guitarrear y empapados en alcohol se abrazaban sin pudor entre los sexos opuestos y los iguales. Los fines de semana, aparecían lujosas limosinas trayendo elegantes parejas de los barrios ricos, ellos de impecables smokings y ellas enfundadas en costosas pieles con collares y joyas, que se sumaban a la fiesta bebiendo y bailando con los citadinos locales en pequeñas bacanales. En aquellos años, afortunadamente la droga no había contaminado todavía a Manhattan, por lo que había locura, pero no violencia ni agresividad.

Como ocurre en esta gran metrópoli, todo cambia rápidamente y años después cuando volvimos a recorrer la zona, nos encontramos que hacia el sur, industrias y medianas empresas que ocupaban el espacio entre Houston street y Tribeca, se mudaron o quebraron, dejando grandes salones vacios que luego se reconvirtieron en estudios artísticos o viviendas compartidas. Había nacido el Soho en New York y hacia allí migraron muchos de la bohemia citadina.

Sur de Manhattan. Plaza del puesto.

Isla Ellis. Museo.

Para nosotros, el conocimiento de Manhattan se facilitó muchísimo con el subterráneo, al que accedíamos en la cercana esquina de nuestro edificio. En general, los principales lugares de interés, como Museos, hospitales, bancos, etc, tienen un ingreso extra por el subsuelo evitando exponerse a los vientos helados y las nevadas que ocurren en la superficie, durante los crudos inviernos de New York.

Estatua dorada de Diana la cazadora. Museo Metropolitano de Arte.

Patio interior del Museo Metropolitano de Arte.

Sector egipcio (faraón y reina) del Museo Metropolitano de Arte.

Templo de Dendur. Museo Metropolitano de Arte.

Una de nuestras visitas más reiteradas durante el año fue el gigantesco Museo Metropolitano de Arte o MET, situado en el Central Park, con ingreso principal por 5ª. Avenida y calle 82. El contenido de este museo, parece interminable, con enormes depósitos que permite renovar constantemente el material de exposición. En pintura, las colecciones de pintores europeos ocupaban numerosas salas. Rembrandt tiene aquí muchos de sus mejores cuadros. También es extensa y completa la lista de los impresionistas. Recuerdo a Degás, Renoir, Monet, Manet, Gaugin, Van Gogh y Cezanne entre mis favoritos. La pintura española está representada por magníficos lienzos de Velázquez, Goya, Murillo, el Greco y otros. Hay salas completas dedicadas a pintura italiana clásica, Flamenca e Inglesa. Entre los pocos pintores de nuestro siglo que se exponían, recuerdo un impactante cuadro de Cristo Crucificado de Dali y un retrato de Gertrude Stein, pintado por Picasso. También se mostraba una original colección de Modigliani.

Asimismo, el Museo es conocido por su riqueza en arte y material Egipcio. A monumentos y momias, últimamente ha sumado la compra de un Templo completo de Dendur, que se expone en una gran sala protegida con vidrio, para que el público no la deteriore. La contemple en mi último viaje a NY, en 1999. Tiene salones dedicados al arte Medieval y expone una extensa colección de valiosísimas joyas del banquero J.P. Morgan. En la Sala de Instrumentos musicales, se destacan violines Stradivarius. Hay muestras de Arte Africano primitivo, gran variedad de porcelanas y objetos de origen Chino, reproducción al detalle de casas famosas en NY, etc, etc. Nunca terminamos de apreciar su contenido en unas 20 visitas que realizamos.

Los cloisters. Arte medieval. Museo Metropolitano de Arte

Los cloisters. Arte medieval. Museo Metropolitano de Arte

Los cloisters. Arte medieval. Puerta de ingreso de una iglesia francesa

Los cloisters. Arte medieval. Cristo de marfil.

Además el Museo, levanta en el norte de la isla, una extensión de su arte Medieval, conocida como The Cloisters (los Claustros) y que fue donada a la ciudad y al museo por el gran benefactor de la ciudad: John D. Rockefeller Jr. Estos claustros o Abadía fueron adquiridos por Rockefeller en Europa, luego de la guerra y trasladado en barco, piedra por piedra, a su emplazamiento actual. Toda la construcción está ubicada por el parque del Tryon, con vista al agua del río Hudson que rodea esa punta de la isla. Entre muchas piezas valiosas, se destaca una colección única de tapices del Unicornio. Y desde luego, primorosas capillas con tallas de Santos, trabajos extraordinarios de herrería artística y un salón del Tesoro con todo tipo de joyas. El lugar, con su restaurant adjunto, es un oasis de paz, impensable entre el vértigo de Manhattan y poco conocido por los turistas. Se llega tomando en la avenida Madison el ómnibus M4 que en unos 30 minutos nos deja a las puertas del Convento. Con el subte, hay que caminar mucho.

Otro Museo imperdible, es el de Historia Natural. Se lo considera el más completo de mundo en su tipo y contiene piezas únicas. Se expone tras una vidriera los huesos de “Lucy” que sería nuestra antecesora más antigua del linaje africano; luego, en orden cronológico, las distintas civilizaciones humanas que sucedieron hasta nuestros días. Grandes salas están dedicadas a exhibir los esqueletos armados de los dinosaurios. Enormes bestias, de quijadas amenazantes aunque la mayoría de ellos eran herbívoros. Las películas y tiras cómicas norteamericanas han popularizado a estos saurios por lo que lo visitaban multitudes de niños. Recuerdo también la sala de las grandes plantas mostrando el tronco de una sequoia, cuyos anillos permitían calcular la edad que tenia al ser talada: 1342 años. Todo lo expuesto está cuidadosamente explicado, con las características y el lugar de pertenencia de, por ejemplo, casi todos los animales de la tierra, por lo que el valor docente del Museo es incuestionable.

Regresando al Met y caminando por 5ª ave. rumbo al sur, nos encontramos con una pequeña joya hecha Museo; se trata de la casa que habitó el famoso empresario alemán, Henry C. Frick a comienzos del siglo XX y que a su muerte, donó a la ciudad. Todo se ha mantenido en su lugar original, muebles, estatuitas, jarrones y demás piezas ornamentales, imperando el buen gusto y el toque del conocedor en su excelente colección de pintura de artistas clásicos e impresionistas entre los siglos XIV y XIX. Tras recorrer sus espaciosas y confortables estancias, se termina en un patio interior cerrado, con una fuente de agua cantarina que estimula el descanso y la meditación Esta mansión, ahora “The Frick Collection”, es una perlita cultural imperdible en medio de la vorágine de la gran Manzana.

Continuando el itinerario hacia el sur y siempre frente al Central Park, se visita un gran edificio, de arquitectura redonda muy original, diseñado por un famoso arquitecto, Frank Lloyd Wright. Es el Museo Guggenheim, sede de exposiciones permanentes y transitorias, que incluye pintura, escultura, imágenes y otras manifestaciones estéticas y culturales de la actualidad. En su centro y alrededor de un hall imponente, sube una escalera en espiral que da acceso a los 7 pisos del edificio con elegancia y majestad.

Iglesia Saint Patrick sobre la quinta avenida.

Emprire state sobre la quinta avenida.

Biblioteca pública sobre la quinta avenida.

Gaby en Washinton Place.

Museo de Arte Moderno en Colombus Circle. 1966

Trump Tower frente a Colombus Circle. 1998.

Trump Tower y Hotel.

Broadway uptown.

Lincoln Center.

Lincoln Center.

Este paseo por Instituciones vinculadas con el Arte, se completaba en el año 66, con la visita al Museo de Arte Moderno, que levantaba su torre de blanco mármol en Columbus Circle frente al lado sur del Central Park y en la esquina opuesta, donde años después estaría la lujosa torre Trump. Allí, tuvimos la oportunidad de asistir a una completa exposición de obras de Dalí, con la presencia histriónica del original artista catalán. Algunas de sus obras nos parecieron magníficas junto a otras de valor inferior, verdaderos juegos visuales para impresionar al espectador. En los retratos de mujer, sólo aparecía Gala, su compañera de toda la vida, pintada en mil formas diferentes como era el caso de uno de sus cuadros famosos, denominado, “El gran Masturbador”. Más tarde este museo fue trasladado a la calle 53, permaneciendo el de Columbus Circle, clausurado. Al nuevo destino se lo conoce como MOMA (museo de arte moderno) y es en la actualidad una de las Instituciones de mayor prestigio en New York, congregando todos los años, legiones de visitantes, atraídos por la excelente disposición de los que se expone, así como por la calidad del contenido. Allí están las figuras estilizadas de Modigliani, pinturas fundamentales de Matisse como ”La Danza”, un gran tríptico de Monet que ocupa toda una sala “Los Nenúfares”, pinturas etéreas de Chagall y los rojizos y eléctricos colores de Kandisky. De Picaso, exhibe “las señoritas de Avignon” y pinturas de Juan Gris y George Braque con lo que se da origen al cubismo en la pintura. Aquí también admiré repetidamente y sentado por largos minutos el colosal lienzo de Picasso, “Guernica”, verdadera obra cumbre, que años después fuera trasladado a Madrid, al Museo Reina Sofía, donde volví a verlo en el 1999. Además el MOMA cuenta con la colección completa de las películas filmadas por Walt Disney y Samuel Goldwin entre otras colecciones que se pueden disfrutar en sus salones. Y para el descanso, el Museo cuenta con un tranquilo jardín interior con servicio de bar, donde puede saborearse un rico café en medio de esculturas de Rodin, la cabra de Picasso y tallas de Matisse y Noguchi.

Fuera de las artes plásticas y visuales, NY muestra su liderazgo en famosas salas de concierto y para Operas. Uno de los más conocidos es el Carnegie Hall, de larga trayectoria y donde actuaron Caruso, Toscanini, Leonard Bernstein, Paderesky (1893), los Beatles y Frank Sinatra entre tantos famosos. En una oportunidad, en el 66, tuvimos la suerte de apreciar el virtuosismo técnico de un grande al final de su carrera: Arturo Rubinstein.

En ese entonces, se acababa de inaugurar un conjunto de edificios extraordinarios, sobre Broadway y calle 64 dedicado a manifestaciones artísticas variadas denominado “Lincoln Center for the Performing Arts”. La construcción se divide en tres bloques de edificios que rodean un amplio patio centrado por una fuente cuyos chorros de agua durante las noches se visten de mil colores distintos. Mirado desde la fuente, el edificio de la derecha corresponde a una gran sala de conciertos, el de la izquierda es sede de la Ópera de NY y el del centro, contiene un teatro, el ballet de NY, la Film Society, el Centro de Jazz del Lincoln Center, una librería de arte y otras oficinas, totalizando 11 Instituciones culturales.

Asistimos muchas veces a este mágico lugar para deleitarnos con un ciclo que duró 3 meses con obras de Mozart; también vibramos con los acordes de la 9ª sinfonía de Beethoven y su coro atronando el aire con el himno a la Alegría. El director de la orquesta por esos años era el gran Bernstein.

En la ópera asistimos a excelentes performances, como la “Flauta Mágica” de Mozart, con sus parlamentos traducidos al español que podíamos ver en la comodidad de nuestras butacas. Noches extraordinarias las del Lincoln Center; quien puede olvidarlas!

Desde luego que un público más numeroso, al que se suma masivo turismo, asiste a los famosos espectáculos de “Music Hall”, operetas al estilo norteamericano, de gran despliegue escénico, donde los actores bailan y cuentan cantando, historias locales que se vuelven populares. Se exhiben en los conocidos teatros de Broadway entres las calles 55 y 42 y permanecen por años en cartelera. Asistimos a una de ellas, “Cactus Flowers” que siguió exhibiéndose por mucho tiempo. Fue un espectáculo vigoroso y agradable con muy buenas voces.

Programa musical de entretenimiento, sin pretensiones de calidad artística, eran las famosos coristas del Rockefeller Center o Rocketts, que en Radio City bailaban una suerte de can-can con mucha energía y disciplina. No sé si en la actualidad, este espectáculo persiste.

Otro recorrido turístico imperdible en NY, es la visita de los grandes rascacielos. Si bien a mi llegada en el 65, parecía que nada más podía edificarse en el centro, en cada regreso apreciamos la aparición de nuevos gigantes. La etapa de las grandes torres se inició en 1917 con la construcción del elegante edificio de la Chrysler rematado en una original terraza piramidal, perteneciente al llamado “art decó”. Se levanta unos 300 metros del suelo, con 77 pisos y se encuentra situada en la avenida Lexington y la calle 42.

Poco después, se inició la construcción del coloso de acero y roca que por 42 años fue un faro icónico de Manhattan: el Empire State. Se inauguró en 1931, con 102 pisos y 448 metros de altura. Su fortaleza se demostró en 1953 cuando un gran avión norteamericano, creo que un bombardero B 25, se estrello en un día brumoso contra el piso 79 del edificio. Se lamentó la muerte de los pilotos y algunos oficinistas pero la torre no se conmovió. Resulta espectacular la vista de la isla y alrededores desde su azotea donde estuvimos 3 o 4 veces.

Si bien no existía en el 66, años después se construyó más al sur, cerca del distrito financiero y recostado sobre el río Hudson, una doble torre que superaría al Empire State. Me refiero a las enormes torres gemelas, denominadas World Trade Center que se inauguraron en el 1973 con 110 pisos. Las visitamos en viajes posteriores, de día y cenando a la noche en un coqueto restaurant del último piso denominada “Windows of the world”. La terraza, a la que se accedía por una escalera ya que los ascensores terminaban en el piso 110, estaba rodeada por amplias redes periféricas para desalentar intentos suicidas. Desde allí, vimos un par de avionetas volando por debajo nuestro y volvimos a maravillarnos, como en el caso del Empire, por la vista de la isla y sus alrededores que alcanzaba hasta la Estatua de la libertad, por el sur y hacia el norte, todo Manhattan con el Central Park. Cuando cenamos, en 1999, en el restaurant anidado en el techo de una de las dos torres, apreciamos al subir a la terraza, toda la región iluminada y helicópteros que como luciérnagas pululaban por el cielo Neoyorquino.

Torres gemelas.

Una de las torres gemelas vista desde su base.

Subsuelo de las torres y estación de subte.

Vista hacia el rio desde el piso 107.

Vista de New Jersey desde la terraza de la torre

Puentes de Queens y Brooklyn desde el piso 110.

Vista de uptown desde terraza de la torre.

Vista hacia abajo desde la torre.

Por cenar en "Ventanas al Mundo" último piso de la torre.

Maqueta en exhibición en el restaurante "Ventanas al mundo".

Estas moles de acero y vidrio, hermanadas en su apariencia y de una sencillez de líneas bellísima tuvieron un trágico destino. En 1993 sufrió un primer atentado terrorista, explotando bombas en el subsuelo, pero el grave episodio no tuvo consecuencias. Finalmente, una década después se planificó y ejecutó con terrible precisión el mayor ataque que sufriera NY en toda su historia; extremistas musulmanes sunitas entrenados para su martirio, secuestraron varios aviones con pasajeros que partían desde Boston y dirigieron dos de ellos hacia las torres estrellándolos a toda máquina. Los grandes reactores atravesaron la mitad superior de cada una de las dos torres. La enorme explosión y el incendio que siguió, generó su derrumbe.

Alrededor de 3000 personas perdieron la vida, miles enfermaron por los vapores tóxicos de una polvareda malsana y quizás millones sufrieron un stress post traumático con evolución muy variable. Hoy día, el pozo hosco de muerte que sobrevino, ha sido reemplazado por otra torre aún más alta, pero las trágicas consecuencias de este insano atentado, persisten en el mundo, con guerras e invasiones innecesarias de países que apañaron a los autores. Los resultados fueron en general contraproducentes, y las ejecuciones en represalias de muy dudosa justificación. Pareciera que la paz en el mundo ha perdido la partida, definitivamente.

Rockefeller Center en la quinta avenida.

Atlas sosteniendo el mundo. Rockefeller Center.

Pista de patinaje. Rockefeller Center.

Prometeo dorado. Rockefeller Center.

Volviendo a la edificación en Manhattan, pocos lugares se identifican más con la ciudad, que el Rockefeller Center. John D. Rockefeller Jr., durante la depresión económica de los años 30, empleó el músculo de su enorme fortuna, para dar nueva vida a la ciudad y desplazar, más al sur la zona residencial de mansiones de millonarios, Museos, Academias y Hoteles refinados que se agrupaban en 5ª avenida entre las calles 80 y 57.Así compró 8 manzanas entre la 5ª y 6 av. y bajando de la calle 51 hasta la 47, edificó 19 edificios, todos con un estilo monumental y recargado lujo, incluyendo en ellos teatros, cines, restaurantes, estudios de televisión , centros de alta moda y oficinas para empresas internacionales y locales. La obra culminante fue su edificio estrella, el Rockefeller Plaza, una torre elegante de 70 pisos con pista de patinaje sobre hielo en su base y una lujosa estatua de Prometeo dorada, por delante de la misma que ya describiera en los faustos del fin del 1965. Y saliendo hacia 5ª av, por un jardín, otro imponente monumento simbólico: una gran estatua de Atlas, levantando al mundo, justo enfrente de la catedral de San Patricio.

Otra construcción muy conocida, aunque estrictamente no le pertenece a NY, es el edificio de las Naciones Unidas (ONU). Fue diseñado por famosos arquitectos como Niemeyer y Le Corbusier y consta de una amplia construcción de 168 m. de altura, recostada sobre el East River. La ciudad se lo regaló a las Naciones Unidas, luego que Rockefeller donó 8 millones de dólares para la construcción del edificio. Se inauguró oficialmente en 1963 y uno puede participar de visitas organizadas que incluye en su recorrida la Secretaría general, el gran Salón de la Asamblea general y su cúpula, donde se reúnen las delegaciones de más de 170 países con sus representantes y asesores, mas el público que sujeto a estrictos controles de seguridad, puede asistir a las Sesiones. El gran salón cuenta con bellos murales como el de Chagall y la paloma de la Paz por Picasso.

Me parece oportuno, agregar aquí la mención de los grandes hoteles clásicos de New York y que visitamos en distintos momentos. El primero que recorrimos, fue el Hotel Pierre, sobre 5ª avenida y cerca del extremo sur del Central Park (ahora pertenece a una cadena internacional con otro nombre). En el 66 el dueño era el empresario Paul Getty y el establecimiento se presentaba como una elegante torre con su terraza de color pizarra muy característica. Era un lugar refinado, de calidad pero sin dorados o letreros ostentosos y su buen gusto y ubicación, lo hacía exclusivo para turistas de gran poder económico, siendo el precio de una habitación prohibitivo para bolsillos comunes. Aprovechamos nuestra visita para degustar un café en su amplia cafetería, que años después, reconocí en una famosa película allí filmada, “Perfume de Mujer”, donde Al Pacino, en su rol de ciego, baila un tango con la mujer que lo acompañaba.

Un clásico de la hotelería de lujo y preferidos por los argentinos adinerados, ha sido, por largos años, el Waldorf Astoria. Fue mandado a construir por la rama americana de la Familia Astor, cuya otra rama prospero también en Londres con hoteles y propiedades. El edificio, un buen exponente del “art decó”, se levanta en la elegante “Park Av.” sobre la calle 50. En su impresionante “Empire Room”, debutaron Frank Sinatra y Diana Ross y Woody Allen filmó escenas de su película “Hanna y sus Hermanas”. Allí se guarda el piano donde tocaba Cole Porter y estuvieron alojados personajes famosos tan disímiles, como los Duques de Windsor, Herbert Hoover (presidente de EEUU), Lucky Luciano (capo de la mafia en NY) y Marilyn Monroe. En la actualidad ha pasado a la cadena Hilton y el hotel ha sido renovado, manteniendo la esencia del lugar.

Por último, dentro de estos grandes lugares tradicionales, visitamos el Plaza, que se levanta frente al lado sur del Central Park, con portal de ingreso sobre calle 57 y otro sobre la 5ª. Av. Caminamos en una oportunidad por sus lujosos Salones, tomamos allí un refrigerio y al salir a calle 57, subimos a uno de los clásicos carruajes, estacionados a la espera de los turistas para un corto paseo por la zona. Nosotros sólo subimos a uno de ellos y nos fotografiarnos.

El primero de marzo nos ocurrió un hecho trascendental que cambió el humor familiar, por el resto de nuestra estadía: pasados los peores meses del invierno y traída por mis padres se nos unió nuestra queridísima hija. La ausencia inicial de Gaby, fue consecuencia de una decisión desacertada, pero finalmente allí estábamos los tres, por el resto de nuestra residencia.

Uno de los paseos más frecuentes de los fines de semana, era nuestra ida al Central Park. Este enorme espacio verde, réplica aumentada del Hyde Park londinense, ocupa 344 hectáreas en el corazón de Manhattan, constituyendo un pulmón indispensable para la isla superpoblada. Un gran Carrusel giraba cerca del ingreso sur del parque y allí solíamos dirigirnos con Gaby, pues le fascinaba montar esos caballitos de madera, que giraban sin cesar al son de una música pegadiza y al bajar corría tras las ardillas que pululaban por el camino, en un intento siempre infructuoso de atraparlas. En esos espacios se disfrutaba del verdor de la naturaleza con un silencio campestre, caminando por senderos perdidos, cruzando puentes, subiendo y bajando por suaves colinas o simplemente descansando a la vera del agua o de un árbol añoso, mientras la veíamos jugar. Pero además, cerca del Carrusel, existía un pequeño pero bien provisto zoológico. Prisioneros en sus jaulas, nuestra hija contemplaba con ojos de asombro a los grandes felinos como panteras negras, tigres y leopardos; en pequeños recintos cercados, pastaban cebras y ciervos de distintos tamaño. Incluso en un ambiente grande bien refrigerado, con minúsculo lago y bloques de hielo se mostraban osos blancos y pingüinos. Pero la estrella del Zoo para los niños era una aparición inesperada: en cautiverio, había nacido un elefantito y el bebé paquidermo, se dejaba acariciar con mansedumbre, blandiendo su trompita.

Afuera del Zoo, se extendía el Wolman Memorial Ring, donde chicos y grandes disfrutaban del patinaje, sobre ruedas en los meses tibios o sobre el hielo en los meses crudos de invierno.

Más al centro del parque, en grandes espacios verdes, la Municipalidad organizaba espectáculos culturales. A comienzo de la primavera asistimos a obras de Shakespeare, brindada por la Escuela de Teatro de NY. Avanzado el tiempo tibio, pudimos concurrir a un inolvidable concierto de la Filarmónica de NY, dirigida por Leonard Bernstein, sentados en el césped y en medio de una multitud silenciosa de 50.000 personas!!! En otra oportunidad, escuchamos a Renata Tebaldi, cantando fragmentos de Óperas. Todo un lujo, sin costo alguno. Más al norte aún se extiende un lago con casa de estilo escandinavo y un castillo y finalmente por el norte, el parque linda con un barrio de larga historia: Harlem.

En esos años de las décadas 60 y 70, los lados este y oeste del Parque (east y west side), presentaban definidos contrastes El este correspondía a la 5ª avenida , con sus mansiones de lujo, sus grandes Museos, la Academia y hoteles refinados como el Pierre que ya relaté. Por el oeste, segmentos de 8ª avenida y Broadway, habitaba una clase social más deprimida, ciudadanos de color, latinos y bandas portorriqueñas que vivían en edificios deteriorados. Este contraste, fue recogido en un bello poema musical por Leonard Bernstein en los años 70, denominado “West side History” y sus versos y melodías por su belleza, han perdurado hasta nuestros días. Hoy todo ha cambiado y en el lugar se levantan torres y edificios de superlujo habitadas sólo por multimillonarios. La última adquisición en este sentido es la torre Steinway de más de 400 metros de altura y sólo 14 de ancho con lo cual resulta la torre más delgada del mundo y su vista a la distancia, realmente impresiona.

De Manhattan a la Liberty Island (invierno)

De Manhattan a la Liberty Island (primavera)

Un paseo imperdible que realizamos con Gaby, es la visita a la Estatua de la Libertad. En subte, fuimos hasta el extremo sur de la isla y en los muelles de Castle Clinton, una gran plaza del lugar, tomamos un ferry hacia Liberty Island que es donde se levanta este monumento, verdadero Portal de la ciudad. El paisaje era todavía invernal y los grandes rascacielos del sur de Manhattan se veían difuminados por una niebla gris. Durante el viaje, sobre la estela que dejaba el ferry, una docena de gaviotas, nos acompañaban impertérritas esperando comida.

Liberty Island.

Parque de Liberty Island.

Parque de Liberty Island. Al fondo, Manhattan.

Estatua de la libertad.

Estatua de la libertad.

El perfil de la estatua, pequeño al principio, crecía rápidamente y al arribar a Liberty Island, se volvió imponente. Este monumento, regalado por el gobierno Francés a USA, fue inaugurado en 1888. Fue realizado por el escultor Bartholdi sobre un diseño del gran Eiffel. La escultura, se yergue sobre una sólida plataforma con un altura total, hasta la antorcha de 100 metros y se puede subir por una estrecha escalera que corre por dentro de la estructura de piedra. También hay un minúsculo ascensor pero las colas para utilizarlo no estaban de acuerdo con nuestros años jóvenes. Así que los tres subimos por la escalera aunque el tramo a la antorcha estaba en reparaciones y no podía usarse. Ascendimos hasta la cabeza y el mirador que se abre bajos los rayos de acero que la coronan. Desde allí la vista del mar y Manhattan es magnífica, así que pasamos largos minutos en contemplación y recuperando el aire luego de la trepada de 25 pisos aproximadamente. A los 100 años de su inauguración, el lugar se reparó totalmente y se reinauguró. Tuvimos la fortuna de regresar en 1999 y apreciar los grandes cambios que embellecen todo el conjunto. Nos alejamos esta vez, recordando las palabras que están grabadas en piedra al pie de la estatua, escritas por Emma Lázarus: “Enviadme a los que no tengan hogar, a los arrojados por la Tempestad, yo levanto mi lámpara para guiarlos a la Puerta Dorada”.

Por mucho tiempo, el reverso de Liberty Island, fue la isla de Ellis, hoy convertida en Museo. Allí los inmigrantes Italianos, Irlandeses, Alemanes y de otras nacionalidades, se aglomeraron en barracas esperando por semanas o meses, completar los trámites de Aduana, que les permitiera ingresar al país que era su meta. Se estima que entre 1892 y 1954, 17 millones de extranjeros fueron admitidos, Pero a cerca de 2.000.000, se los rechazó por salud, malos antecedentes o falta de documentación. Ello llevó a que unos, desesperados se suicidaran y otros se arrojaron al mar, en la esperanza de llegar a nado a la costa soñada, calculándose que unos 3000 , murieron en el intento. El museo de la isla de Ellis se inauguró en 1990 y lo visitamos en 1999. Hoy Ellis y Alcatraz son sólo un recuerdo de la violenta y heroica historia norteamericana.

En otra de las salidas de fines de semana, fuimos con Gaby hacia el norte de la isla, saliendo de ella con el subterráneo para conocer en el Bronx, su famoso Zoológico, reputado como el más grande del país. Este ocupa un vasto terreno, donde todo tipo de animales salvajes, circulan y se alimentan en un entorno bastante natural, pero con adecuada protección de los espectadores. Recuerdo especialmente el pabellón de los gorilas, porque estos enormes y musculosos primates, imponían temor por su feroz presencia, aunque básicamente son vegetarianos. Dentro de nuestra observación aprensiva, surgió una humorada: sobre uno de los blindex de protección un cartel anunciaba “ desde aquí puede verse al ser más peligroso de la creación” Cuando me asomé al ventanal, con lógica expectativa, sólo vi mi imagen reflejada en un gran espejo…..

Más adelante, nuestro recorrido de conocimiento nos llevo, atravesando unos de los grandes puentes sobre el río del Este, a Brooklyn, al famoso “Brokolino”, italiano. Allí nuestros antepasados, habían establecido una pujante colonia, hasta que las mafias sicilianas se adueñaron del lugar y se cambiaron muchas conductas y comportamientos en NY y buena parte del país. Caminamos entre típicas tratorias y negocios peninsulares, comimos rica pasta en uno de esos restaurantes y luego pasamos a visitar el importante sector Judío para terminar la tarde en un bello parque japonés, con sus lagos, puentecitos, glorietas y avenidas de tulipanes, todo dispuesto con la minuciosidad e impacto visual, propio del artista. A Queens no fuimos ya que lo que me hubiera atraído, el Grand Slam o Abierto de Tennis de USA, se realiza a fines de Octubre y para esa fecha, ya habíamos partido.

Finalmente, cerca de terminar nuestra estadía, cancelamos la deuda pendiente de recorrer brevemente el sur de Manhattan, la primera región de la isla que se pobló y por ello la más desordenada en cuanto a calles y trazado. Dijimos que al sur del Greenwich Village, surgió a partir de los 70 el interesante y bohemio barrio del SOHO (abreviatura de “South of Houston”) con sus interesantes exposiciones y galerías de arte, negocios y restaurantes, luego viene un área pequeña de viviendas renovadas, galerías y también de restaurantes famosos, barrio conocido como Tribeca y finalmente el importantísimo sector financiero, Wall Street, el Banco de la Reserva Federal y la bolsa de NY, muy cerca del puerto sobre el parque Castle Clinton. A esa altura, recostado sobre el East River, está el barrio fundador del “Village” y algo al norte la conocida e insegura “China Town “, lugar de compras, oportunidades, falsificaciones y asaltos. Sobre un costado se limita otro espacio de inmigrantes identificado como “Little Itali” por los tanos que allí se asentaron.

La recorrida por Wall Steet fue interesante, especialmente la visita a la Bolsa de Comercio con sus grandes carteles de acciones que subían y bajaban y los febriles brookers que vigilaban el flujo de lo que constituye el Índice Dow Jones, cuyas fluctuaciones genera euforia o desesperanza en el mundo de las finanzas. A las puertas de la Bolsa, la escultura del Toro refleja el espíritu arrollador y arrojado propio de los grandes capitales. Cerca de la locura capitalista, se levante Trinity Church a donde fuimos unos minutos para descansar en soledad y recogimiento del mundo turbulento de los negocios.

El East Village, estuvo de moda en el siglo XIX, por ser el barrio de los ricos, posteriormente decayó y como todo en NY, ahora se ha revalorizado. Recuerdo la Plaza Astor, con su gran cubo giratorio, denominado “el Álamo” por Bernad Rosenthal y en la calle Lafayette las mansiones que estuvieron ocupadas en su momento, por los grandes millonarios Vanderbilt y Astor.

Entrada suroeste del Central Park.

Juego para niños. Central Park.

Park Avenue y Pennsilvanya Station. Edificio de PanAm.

Quinta avenida. Feria.

Feria de la quinta avenida.

Torre Trump en la quinta avenida.

Quinta avenida.

Es interesante señalar algunas características de las avenidas y calles con variable trascendencia en la isla, según la presencia de Instituciones, edificios, negocios u hoteles que hacen a su importancia social. Ya dijimos que desde el Greenwich Village hacia el norte la circulación se realizaba por avenidas trazadas de norte a sur y por calles que las cruzaban de este a oeste, dibujando rectángulos Se comenzaba en el Village con la calle N°1 y sobre el East River con la Av. 1. Las calles subían de numeración hacia el norte, alcanzando p. ej. el número 178 en el ingreso al puente de Brooklyn. Las avenidas iban aumentando hacia el oeste, siguiendo la 2, la 3, se intercalan luego Lexington, Park Ave. y Madisson y sigue la 5ª, la 7, la 8° y así hasta la 12 a. sobre el puerto de NY. En nuestro viaje del 66 la 5ª Av, se llevaba los laureles. Allí se alineaban frente al Central Park, como vimos, los Principales Museos de arte, la Academia de Ciencias, el lujoso hotel Pierre, y más al sur, Rockefeller Center, la Catedral San Patricio, joyerías como Tíffani, muy cerca, en Broadway, el Ayuntamiento; la muy importante Biblioteca Nacional, la tienda Macys, el Empire State, etc. La 7ª Av. rivalizaba con la 5ª., por la altura y belleza de sus edificios y por sus grandes negocios y conocidas tiendas. En su unión con Broadway, la única av. que atraviesa en diagonal a la isla del noroeste al sureste, atraviesa la 7ª en unos de los sitios más emblemáticos de NY, con gran circulación de público local y turistas de todo Manhattan: Times Square.

Septima avenida y Broadway.

Times square.

Marriot Marquese. Times square.

Calle 46 entre Broadway y la octava avenida.

Séptima avenida hacia el norte.

Séptima avenida.

Esta zona, donde los habitantes se reúnen para festejar el comienzo de cada año, plena de comercios y locales de comida rápida, cambió radicalmente su fisonomía, a partir de la edificación de la Torre de unos 60 pisos del gran hotel Marriott Marquese. Ello llevó a la renovación de la calle 42 y séptima que era un lugar clásico de prostitución, con múltiples burdeles que desaparecieron rápidamente.

En el medio, la 6ª o Av. de las Américas, en el año 66 , tenía un modesto desarrollo, con viejos negocios y edificios de baja altura. Pocos años más tarde, en una visita posterior, todo había cambiado y en el lugar habían surgido torres de acero y vidrio de 60 a 80 pisos. Al este de la 5ª. viene Madisson av. con renombradas tiendas de ropa fina como Bloomindale , Neuman Marcus y numerosas boutiques. Park Ave. sigue, con su elegante cantero central y edificios de lujo que incluye el gran hotel Waldorf Astoria. La av., se interrumpe al sur por la presencia de la importante estación de trenes, Pennsylvania Statión (Penn) que comunica Manhattan con el resto de USA e inmediatamente por delante de ella, se levanta un edificio que ocupa toda la avenida y que perteneció a Pan Am en sus orígenes. En la azotea, sobre sus 60 pisos existe una pista para helicópteros que hacen el viaje entre el aeropuerto Kennedy y el centro de la isla.

Siempre hacia el este, sigue Lexington que al norte concentra propiedades de multimillonarios, es Sutton place, lugar exclusivo, en la vecindad de otro barrio que ha crecido muchísimo, pero mucho menos favorecido: Harlem, en su costado occidental. La primera av. recostada sobre el East River, tiene en el sur, el complejo de las Naciones Unidas y más al norte, grandes Centros Médicos y Hospitales famosos, seguidos de importantes industrias. Al oeste, mas allá de la 8ª av., la ciudad decae y se vuelve menos atractiva hasta llegar al puerto de NY, sobre el río Hudson. En cuanto a Broadway, se extiende en el este desde Bowling Green hasta calle 10 este; desde allí tuerce a la izquierda siguiendo un trayecto diagonal hasta calle 79 oeste.

El portaaviones el Intrépido amarrado al puerto.

El portaaviones el Intrépido amarrado al puerto.

La Isla se encuentra conectada con territorios vecinos con una red de puentes, túneles y ferrys. Ellos permiten el fluir ágil de todos los medios de transporte y aun a pié, con el Bronx, Queens, Brooklyn, Estate Island y el estado vecino de Pennsylvania. En mi permanencia del 66 no recorrí el extremo noroeste de Manhattan, pues Riverdale, según me informaron estaba en franca decadencia. Sólo conocí el famoso puente colgante de Brooklyn, reputado como el más bonito de USA y al que se accede por la calle 178 west, para salir de la isla en auto rentado y comer un barbacue al que estábamos invitados en el estado vecino. En cuanto a Riverdale, hoy ha sido parquizado, renovado y es un lugar hermoso para recorrer. NY es así.

Un bonito paseo, muy recomendable para tener una idea general del perfil de Manhattan es tomar una de las lanchas que hace el recorrido de 56 km alrededor de la isla, por la empresa Circle Line, con una duración de 3 hrs durante el día o con cruceros más prolongados que incluye almuerzo o cena.

Ingreso al barco que navega alrededor de Manhattan.

Vista de Manhattan sur desde el barco.

La empresa sale del puerto de NY y la calle 47 y nosotros fuimos con Gaby en el 66, durante el mediodía y lo repetimos de noche, en 99 durante un Congreso, que incluía la cena, disfrutando de la vista fantástica de NY iluminado, en un cielo sin nubes, una luna llena y una docena de helicópteros que revoloteaban sobre los edificios del centro como luciérnagas gigantes. Un espectáculo inolvidable!

Jardín japonés en Brooklyn.

Perfil de Manhattan en años recientes.

Disertando en el Congreso Americano de climaterio.

Manhattan con la gran torre en reemplazo de las gemelas.

Rockefeller center y el prometeo dorado. 2022.

Edificios que hoy rodean al Central Park.

Zona de lagos, interior del Central Park.

A fines de Septiembre, con mis proyectos de investigación por terminarse, resolvimos regresar rechazando ofertas de continuar por un año más.

Lo hicimos los 5, nosotros tres y mis padres, para lo cual ellos sacaron pasajes en el Barco “Argentina” de la línea Moore Mc Cormak, hoy desaparecida, que hacía un “round trip” entre NY y Bs. As.

Y el día del regreso llegó. Luego de casi un año de intenso trabajo de perfeccionamiento, con un enriquecimiento cultural sin igual, observando y disfrutando de la Comedia Humana desde el balcón principal, volvíamos a nuestro País. Despedida con los Fellows que me acompañaron ese tiempo, con los Directivos de la Clínica y con todos los rincones, aromas y recuerdos de la Gran Manzana.

Subimos al “Argentina” con unos 30 bultos acopiados durante la estadía y la mole flotante, comenzó a deslizarse silenciosamente por el manso río Hudson, en busca del mar. Poco a poco, la isla “que nunca duerme”, comenzó a desdibujarse, pasando por el purgatorio de la Isla de Ellis y luego el paraíso de Liberty Island con su gran Estatua de Portal. El skyline irrepetible dejó de verse y, de pronto, encontramos que sólo el mar nos rodeaba. Nuestra gran aventura, había quedado atrás.